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martes, 25 de febrero de 2014

Amenaza Fascista en Venezuela

Por Atilio A. Boron escribio esto:

  La escalada desestabilizadora que actualmente sufre la Venezuela bolivariana tiene un objetivo no negociable: el derrocamiento del gobierno de Nicolás Maduro. No hay un ápice de interpretación de quien esto escribe en esta afirmación. Fue expresada en reiteradas ocasiones no sólo por los manifestantes de la
derecha en las calles sino por sus principales líderes e instigadores locales: Leopoldo López (ex alcalde del municipio de Chacao, en Caracas, y jefe del partido Voluntad Popular) y María Corina Machado, diputada por Súmate a la Asamblea Nacional de Venezuela. En más de una ocasión se refirieron a las intenciones que perseguían con sus protestas utilizando una expresión a la que regularmente apela el Departamento de Estado: “cambio de régimen”, forma amable y eufemística que reemplaza a la desprestigiada “golpe de estado”. Lo que se busca es precisamente eso: un “golpe de estado” que ponga punto final a la experiencia chavista. La invasión a Libia, y el derrocamiento y linchamiento de Muammar El Gadafi son un ejemplo de “cambio de régimen”; hace medio siglo que Estados Unidos está proponiendo sin éxito algo similar para Cuba. Ahora lo están intentando, con todas sus fuerzas, en Venezuela.
Esta feroz campaña en contra del gobierno bolivariano –en realidad, un proceso de fascistización de larga data- tiene raíces internas y externas, íntimamente imbricadas y solidarias en un objetivo común: acabar con la pesadilla instaurada por el Comandante Hugo Chávez desde que asumiera la presidencia en 1999. Para Estados Unidos la autodeterminación venezolana afirmada sobre las mayores reservas comprobadas de petróleo del mundo, la derrota del ALCA y los avances de los procesos de integración y unidad en América Latina y el Caribe –la UNASUR, el Mercosur ampliado, la CELAC, Petrocaribe, entre otros- impulsados como nunca antes jamás por el líder bolivariano son desafíos intolerables e inadmisibles, merecedores de un ejemplar escarmiento. Para la oposición interna el chavismo significó el fin de las prebendas y negociados que obtenía por su colaboración con el gobierno de Estados Unidos y las empresas norteamericanas en el saqueo y el pillaje de la renta petrolera, y que encontró en los líderes y organizaciones políticas de la Cuarta República sus socios menores e imprescindibles operadores locales. Tanto Washington como sus peones estaban seguros de que el chavismo no sobreviviría a la desaparición física de su fundador. Pero con las presidenciales del 14 de Abril del 2013 sus esperanzas se esfumaron: Nicolás Maduro prevaleció sobre Henrique Capriles por un porcentaje muy pequeño, pero suficiente e indiscutible, de votos. La respuesta de estos oligarcas travestidos en señeras figuras de la república fue primero desconocer el veredicto de las urnas y luego desatar violentas protestas que cobraron la vida de más de una decena de jóvenes bolivarianos, dejando heridos a unos cien, amén de la destrucción de numerosos edificios y propiedades públicas. Cabe consignar que al día de hoy, diez meses después de las elecciones presidenciales, Washington no ha reconocido formalmente el triunfo de Nicolás Maduro. En cambio, el inverosímil Premio Nobel de la Paz demoró horas en reconocer como triunfador de los comicios presidenciales hondureños del 24 de Noviembre pasado -viciados hasta lo indecible y fraudulentos como muy pocos- al candidato de “la embajada”, Juan O. Hernández. El imperialismo no se equivoca al elegir a sus enemigos: los Castro, Chávez, ahora Maduro, Correa, Morales; y contrariamente a lo que algunos ingenuamente postulan, no existe una derecha que sea “oposición leal” a un gobierno genuinamente de izquierda. Menos aun cuando se trata de una derecha manejada por telecomando desde la Casa Blanca. Si se comporta con lealtad es porque ese gobierno ya fue colonizado por el capital. Pese a la violencia de los militantes de la Mesa de Unidad Democrática que sostenía la candidatura de Capriles el gobierno logró restablecer el orden en las calles. Contribuyeron a ello la clara y enérgica respuesta gubernamental y, además, la certeza que tenía la dirigencia del MUD que las próximas elecciones municipales del 8 de Diciembre -que la derecha caracterizó como un plebiscito- les permitirían derrotar al chavismo para luego exigir la inmediata renuncia de Maduro o, en el peor de los casos, convocar a un referendo revocatorio anticipado sin tener que esperar hasta mediados del 2016 tal como lo establece la Constitución. Pero la jugarreta les salió mal, porque fueron ampliamente derrotados por casi un millón de votos y nueve puntos porcentuales de diferencia.
Atónitos ante lo inesperado del resultado, que por primera vez le ofrecía al gobierno bolivariano la posibilidad de gestionar durante dos años los asuntos públicos y administrar la economía sin tener que involucrarse en virulentas y distractoras campañas electorales, los antichavistas peregrinaron a Washington para redefinir su estrategia en función de las necesidades geopolíticas del imperio y recibir órdenes, dineros y ayudas de todo tipo para sostener su proyecto desestabilizador. Derrotados en las urnas ahora la prioridad inmediata era, como lo exigiera Richard Nixon para el Chile de Salvador Allende en 1970, “hacer chirriar la economía”. De ahí los sabotajes, las campañas de desabastecimientos programados y el desenfreno de la especulación cambiaria (según recomienda en su manual de operaciones el experto de la CIA Eugene Sharp); los ataques en la prensa en donde las mentiras y el terrorismo mediático no conocen límite o escrúpulo moral alguno y, luego, como remate, “calentar la calle” buscando crear una situación similar a la de la ciudad de Bengasi en Libia, capaz de desbaratar por completo la economía y desatar una gravísima crisis de gobernabilidad que tornase inevitable la intervención de alguna potencia amiga, que ya sabemos quién es, para que acudiese en auxilio de los venezolanos para restaurar el orden quebrantado.
Una tras otra todas estas iniciativas terminaron en el fracaso, pero no por ello la derecha abandonará sus propósitos sediciosos. Leopoldo López se acaba de entregar a la justicia y es de esperar que esta le haga caer, a él y a su compinche, María Corina Machado, todo el peso de la ley. Llevan varias muertes sobre sus mochilas y lo peor que le podría pasar a Venezuela sería que el gobierno o la justicia no advirtieran lo que se oculta dentro del huevo de la serpiente. En situaciones como éstas, y ante enemigos como éstos, cualquier intento de “reconciliación nacional” o de “línea blanda” es la segura ruta hacia la propia destrucción. Los fascistas y el imperialismo sólo entienden el lenguaje de la fuerza. López y Machado deberán recibir un castigo ejemplar, siempre dentro del marco de la legalidad vigente, y no deberían descartarse violentas manifestaciones para exigir su inmediata liberación. Tampoco habría que desechar la hipótesis de que, en su desesperación, la derecha pudiese apelar a cualquier recurso, por aberrante que sea. Pero el procesamiento y castigo de los instigadores de tanto derramamiento de sangre no será suficiente para aventar el riesgo de un brutal derrocamiento del gobierno bolivariano; la única garantía estriba en la activa movilización y organización de las masas chavistas para sostener a “su revolución”, con sus muchos aciertos y también sus errores. Eso es lo único que permitirá aventar el peligro de un asalto fascista al poder que pondría sangriento fin a la gesta bolivariana, desencadenando una oleada reaccionaria que reverberaría por todo el continente. De ahí que lo que esté en juego en estas horas no es sólo el futuro de Venezuela sino el de toda Nuestra América.

lunes, 24 de febrero de 2014

Évole decepciona: La revolución no será televisada


La noche del domingo 23 de febrero de 2014 pudiera ser perfectamente la noche de los santos inocentes.  El equipo de Salvados, después de anunciar a bombo y platillo lo fantástico y genial que sería su programa con análisis sesudos sobre el 23F, ha resultado ser una broma de mal gusto sobre el grave golpe de estado que se produjo en España en 1981, en el cual hay innumerables dudas aún clasificadas. Algo que ha recordado al experimento de Orson Welles y suGuerra de los Mundos, salvando las distancias de que Jordi Évole es periodista y no cineasta, aunque el periodismo es algo que se le ha olvidado este domingo faltando a su profesionalidad.

Después de tenernos enganchados a la televisión con graves acusaciones a personalidades de la vida pública de España, ha resultado que todo es mentira, una estafa, un falso documental, una broma del graciosillo Jordi Évole, mezclando datos de verdad con datos de mentira. La conclusión es que el pupilo de la Sexta ha aportado aún más desinformación sobre el golpe de Tejero y compañía. Menudo favor a los espectadores que confiaban en que los datos de Salvados estaban contrastados con la realidad, más favor aún a la monarquía, que cualquiera que dude sobre su actividad en el golpe puede ser tachado de conspiranoico como el programa falso de Jordi.

A pesar del debate de después para hacer una reflexión con un toque progre, sobre la manipulación, la censura, la legitimidad de la monarquía o sobre la Constitución, lo que va a quedar es que todo ha sido una broma, que cualquier duda sobre el 23F es toda una conspiración “como lo de Évole”, un montaje.

El capítulo de Salvados más esperado de este año se ha saldado con un chorreo de críticas en las redes sociales que estaban ardiendo, con toda la razón del mundo, por jugar con la historia y por hacer gracias sobre algo tan serio y grave como es un golpe de estado fascista, como aquel que inició una guerra con otro golpe a la democracia en 1936, es más práctico para la tele entretener y mentir que analizar y explicar. Un flaco favor al periodismo y a contribuir a entender el 23F que quedará como documento audiovisual para reirse de los que dudan de la historia oficial el día del golpe.

En un vídeo de la Sexta, Jordi Évole, sabiendo la que le venía encima ha respondido previamente:

“Bueno pues ya acabáis de ver Operación Palace, yo sé que en este momento habrá espectadores, pues que estarán contentos con lo que han visto porque se lo han pasado bien y otros, pues que se sentirán engañados y me querrán matar”… “como mínimo nosotros hemos reconocido que era mentira lo que hemos contado y que seguramente ha habido otras veces que también les han contado mentiras y nadie se lo ha dicho. Para hacer este programa, Operación Palace, nosotros nos hemos basado en un documental titulado Operación Luna, que explicaba la llegada del hombre a la luna también como si hubiese sido algo falso, nosotros hemos cogido la fecha del 23 de febrero, que también arroja muchos interrogantes y hemos hecho el mismo experimento.”

¿En serio comparan la llegada del hombre a la luna con las conspiraciones clasificadas del 23F? Parece que la audiencia es el verdadero objetivo del programa y no aclarar dudas, más allá de eso, lo que ha contribuido este Salvados es a echar más sombras y alabanzas al Rey, un respaldo más a la sacro santa Transición, modélica y perfecta que nos quieren inculcar,  la de las responsabilidades y los pactos, que mancilla la dignidad de todos los asesinatos de la ultra derecha y el miedo que se vivía en España con una represión sistemática a los movimientos sociales, pero Jordi Évole se ríe de todo, todo por la audiencia, ya tiene una fama consolidada por su labor de periodismo, pero como es de “izquierdas”pues no pasa nada, se le consiente todo, habrá que ver si esto le afecta en su carrera y en la valoración general.

Al final, lo que ha conseguido Salvados es plantear que menos mal que tenemos un cargo de jefe del estado que no podemos votar: la monarquía. Que realmente paró el golpe, y nuestros políticos estuvieron a la altura, en un momento preciso en que la casta política, el Régimen del 78 y la monarquía están en una delicadísima situación por falta de apoyos debido a la crisis y las continuas faltas de respeto hacia la ciudadanía. Un capotazo más de la Sexta al sistema que vivimos, esa cadena del Grupo Planeta que te vende un chiste de Bárcenas por las noches y el diario La Razón por las mañanas, lo importante es vender, claro.

En definitiva, que no se enfade Jordi Évole si a partir de ahora no se le toma en serio y pierde seguidores por bromas tan absurdas e incomprensibles como esta. Una broma sin gracia para acabar la semana y un tiempo valioso perdido en la caja tonta.

Héctor Braojos Muñoz

Los buenos y los malos

Ramón Lobo escribio esto:

Ucrania, Venezuela, Siria, Brasil. ¿Quiénes son los buenos, quiénes los malos? Para responder a estas preguntas es necesario formularse otras dos: ¿Hay petróleo, gas o minerales estratégicos en disputa? ¿Controlan nuestros amigos las riquezas? Si es así, ellos son los buenos y no hay manifestaciones ni guerras; en vez de mandarles armas para la lucha, les enviamos al FMI para la paz. Si por un accidente histórico, un lío de fronteras, las riquezas estuvieran bajo el mando equivocado, el de los no amigos, entonces se les llama malos y se hace lo imposible para que cambien de manos. Así funcionan las relaciones internacionales. No hay valores, solo intereses.

Detrás del baño de sangre de Kiev está la mano del Kremlin, que ordenó a su aliado, el presidente ucraniano Víktor Yanukóvich, aplastar la revuelta civil. En los países que carecen de cultura democrática, el poder responde a tiros. Para justificar sus excesos habla de terroristas armados, de agentes extranjeros. El terrorista nunca está entre los policías que siembran el terror, sino entre los de enfrente; es decir, los malos. Los adjetivos caen de un lado u otro según nos vaya en la feria. En los países con democracia crece la costumbre de tildar de terroristas, o casi, a quienes contestan en la calle o saltan la valla.
Amenaza potencial

Vladímir Putin ha dado motivos para ganarse su mala reputación. En Chechenia mató moscas a cañonazos, y también decenas de miles de civiles. Pero también se siente en la necesidad de proteger a los suyos, a la mitad rusófona de Ucrania. Para Putin, los malos son la oposición. No tanto Yulia Timoshenko, pese a que se trata de una amenaza potencial para sus intereses por su enorme popularidad, sino la extrema derecha del partido Svoboda. Entre los rusos las memorias de la segunda guerra mundial, de la invasión nazi y sus crímenes, sigue a flor de piel.
Lo ocurrido estos días en Kiev ha conmovido a Barack Obama y a la UE, provocando numerosas y bien justificadas críticas a Yanukóvich. El presidente representa el inmovilismo postsoviético, la corrupción. Pero los mismos que hoy se escandalizan han jugado a azuzar la hoguera de las protestas sin separar demócratas de fascistas. En el mapa ucraniano hay, además de la división histórica y peligro de partición, oleoductos y gaseoductos de gran importancia. De momento, están en manos de los malos.
El petróleo venezolano también está en manos equivocadas. Antes estuvo durante 40 años en manos de los buenos, es decir, de Shell y otras multinacionales del sector. El Gobierno de Nicolás Maduro sostiene que ellos son los buenos y que los malos se han aliado con sus amigos yanquis para darle un golpe de Estado. Puede ser cierto, pero el golpe se lo está dando él mismo con un mal gobierno cotidiano, incapaz de hacer funcionar la economía, combatir la escasez de productos básicos y tratar con una oposición que sale a la calle.
Mano dura
Maduro no es Hugo Chávez, carece de su carisma, de su don de gentes. Él lo sabe; por eso sobreactúa, saca la mano dura y a sus paramilicias. Yanukóvich y Maduro se muestran gallitos porque son débiles.
Cuando empezó la primavera siria parecía claro que el malo era Bashar el Asad: un dictador frente a un pueblo que clamaba por una libertad que jamás había conocido. El asunto se complicó porque no era solo Asad el que defendía su puesto, sino toda la comunidad alauí, un 10% de la población, la que se jugaba la vida si caía el régimen.
Empezó la guerra y EEUU, Europa, Catar, Kuwait y Arabia Saudí financiaron y armaron al Ejército Libre de Siria, los buenos. Tras dos años y 130.000 muertos han surgido entre los buenos otros grupos que parecen tan malos o más que Asad. Como no hay petróleo ni minerales estratégicos, no sabemos quiénes son los buenos, quiénes defienden nuestros intereses.
El mundialista y olímpico Brasil es la gran locomotora económica del cono sur, alabada por el FMI, el Banco Mundial y todas esas organizaciones que viven de hacer números pero que nunca se interesan por las personas que padecen sus cuentas. Brasil es un milagro macroeconómico, sobre todo para los ricos y los corruptos, repleto de riquezas minerales. Los que se quedaron fuera del carrusel protestan y queman coches. Pese a defender causas justas, son los malos, los que tratan de estropearnos la fiesta del fútbol, la de los JJOO. ¿Y Tailandia, que también lucha por la libertad? Los mandamases se inclinan sobre el mapamundi y responden: ¿Dónde esta Tailandia?