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lunes, 24 de febrero de 2014

Los buenos y los malos

Ramón Lobo escribio esto:

Ucrania, Venezuela, Siria, Brasil. ¿Quiénes son los buenos, quiénes los malos? Para responder a estas preguntas es necesario formularse otras dos: ¿Hay petróleo, gas o minerales estratégicos en disputa? ¿Controlan nuestros amigos las riquezas? Si es así, ellos son los buenos y no hay manifestaciones ni guerras; en vez de mandarles armas para la lucha, les enviamos al FMI para la paz. Si por un accidente histórico, un lío de fronteras, las riquezas estuvieran bajo el mando equivocado, el de los no amigos, entonces se les llama malos y se hace lo imposible para que cambien de manos. Así funcionan las relaciones internacionales. No hay valores, solo intereses.

Detrás del baño de sangre de Kiev está la mano del Kremlin, que ordenó a su aliado, el presidente ucraniano Víktor Yanukóvich, aplastar la revuelta civil. En los países que carecen de cultura democrática, el poder responde a tiros. Para justificar sus excesos habla de terroristas armados, de agentes extranjeros. El terrorista nunca está entre los policías que siembran el terror, sino entre los de enfrente; es decir, los malos. Los adjetivos caen de un lado u otro según nos vaya en la feria. En los países con democracia crece la costumbre de tildar de terroristas, o casi, a quienes contestan en la calle o saltan la valla.
Amenaza potencial

Vladímir Putin ha dado motivos para ganarse su mala reputación. En Chechenia mató moscas a cañonazos, y también decenas de miles de civiles. Pero también se siente en la necesidad de proteger a los suyos, a la mitad rusófona de Ucrania. Para Putin, los malos son la oposición. No tanto Yulia Timoshenko, pese a que se trata de una amenaza potencial para sus intereses por su enorme popularidad, sino la extrema derecha del partido Svoboda. Entre los rusos las memorias de la segunda guerra mundial, de la invasión nazi y sus crímenes, sigue a flor de piel.
Lo ocurrido estos días en Kiev ha conmovido a Barack Obama y a la UE, provocando numerosas y bien justificadas críticas a Yanukóvich. El presidente representa el inmovilismo postsoviético, la corrupción. Pero los mismos que hoy se escandalizan han jugado a azuzar la hoguera de las protestas sin separar demócratas de fascistas. En el mapa ucraniano hay, además de la división histórica y peligro de partición, oleoductos y gaseoductos de gran importancia. De momento, están en manos de los malos.
El petróleo venezolano también está en manos equivocadas. Antes estuvo durante 40 años en manos de los buenos, es decir, de Shell y otras multinacionales del sector. El Gobierno de Nicolás Maduro sostiene que ellos son los buenos y que los malos se han aliado con sus amigos yanquis para darle un golpe de Estado. Puede ser cierto, pero el golpe se lo está dando él mismo con un mal gobierno cotidiano, incapaz de hacer funcionar la economía, combatir la escasez de productos básicos y tratar con una oposición que sale a la calle.
Mano dura
Maduro no es Hugo Chávez, carece de su carisma, de su don de gentes. Él lo sabe; por eso sobreactúa, saca la mano dura y a sus paramilicias. Yanukóvich y Maduro se muestran gallitos porque son débiles.
Cuando empezó la primavera siria parecía claro que el malo era Bashar el Asad: un dictador frente a un pueblo que clamaba por una libertad que jamás había conocido. El asunto se complicó porque no era solo Asad el que defendía su puesto, sino toda la comunidad alauí, un 10% de la población, la que se jugaba la vida si caía el régimen.
Empezó la guerra y EEUU, Europa, Catar, Kuwait y Arabia Saudí financiaron y armaron al Ejército Libre de Siria, los buenos. Tras dos años y 130.000 muertos han surgido entre los buenos otros grupos que parecen tan malos o más que Asad. Como no hay petróleo ni minerales estratégicos, no sabemos quiénes son los buenos, quiénes defienden nuestros intereses.
El mundialista y olímpico Brasil es la gran locomotora económica del cono sur, alabada por el FMI, el Banco Mundial y todas esas organizaciones que viven de hacer números pero que nunca se interesan por las personas que padecen sus cuentas. Brasil es un milagro macroeconómico, sobre todo para los ricos y los corruptos, repleto de riquezas minerales. Los que se quedaron fuera del carrusel protestan y queman coches. Pese a defender causas justas, son los malos, los que tratan de estropearnos la fiesta del fútbol, la de los JJOO. ¿Y Tailandia, que también lucha por la libertad? Los mandamases se inclinan sobre el mapamundi y responden: ¿Dónde esta Tailandia?

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